Compartimos una breve entrevista con Giovanny Llanga, uno de los supervisores de Santa Justa. El trabajo de un gerocultor va mucho más allá de la asistencia física. Conlleva un compromiso emocional con los mayores y se convierte en un apoyo constante en su día a día. Con cada gesto, desde el cuidado personal hasta la escucha activa, lleva implícita la empatía, el afecto y la comprensión. Unos cuidados basados en el respeto, en los que ambas partes, residentes y profesionales, se sienten reconocidos y valorados.
Es un trabajo muy duro pero muy gratificante emocionalmente el estar día a día trabajando aquí. Hay muchas sensaciones positivas tanto en nuestra vida profesional como en nuestra vida privada. Al cuidar de ellos y trabajar por cuando uno está en su propia casa, nos motivamos día a día a innovar, aprender y a dar todo para que se sientan bien aquí con nosotros. Es también muy gratificante porque nos lo agradecen y esas palabras para nosotros que estamos con ellos día a día nos llena mucho.
La pandemia fue un antes y un después para la concienciación de nuestra sociedad hacia el trabajo de sociosanitario. En ese momento se dieron cuenta tanto la gente que está fuera como los familiares, el trabajo de los cuidadores de las personas mayores. En ese momento lamentablemente ellos no podían estar con sus familiares. Las personas que trabajamos aquí éramos los únicos que podían estar con ellos en primera línea. Por eso creo que a partir de la pandemia es cuando la sociedad ha podido conocer un poco más sobre cuál es la labor de un sociosanitario. A la larga nos ha beneficiado porque todo el mundo tomó conciencia de que los que cuidamos también debemos ser cuidados.
Considero este trabajo como un aprendizaje diario. Estar con ellos día a día, poderles escuchar contar cómo fue su vida en la infancia y en la edad adulta… me llena de mucho. Inevitablemente comparamos la vida que llevaron como la que tenemos actualmente. Ahí es donde valoramos lo que llamamos el estado del bienestar. Gracias a su lucha adquirieron todos esos derechos de los que ahora estamos gozando. Ellos sembraron lo que tenemos ahora.
Cuando la familia te dice que se da cuenta de cómo es el trabajo y te lo agradecen. Lamentablemente cuando parte su familiar es cuando ellos ya no tienen esa presión que tienen todos los días de venir a verlos y estar con ellos… Cuando se quita ese peso que llevan encima, es cuando nos trasladan palabras de agradecimiento. A veces cuando uno responde “no te preocupes que hago mi trabajo”, la familia responde siendo agradecida. Esas palabras son muy bien recibidas por el personal que cuidamos de ellos.
Si solo tuviera que ser una, sería la empatía. Hay muchas más pero sobre todo destacaría la empatía como esencial para este tipo de trabajo, que necesitamos que sea vocacional.