En 1880 la familia Herreros de Tejada se mudó de residencia en Logroño al nº 7 de la calle General Espartero (más adelante General Franco y actualmente avenida de la Paz). Esta casa se ubicaba entonces a las afueras de la ciudad de Logroño.
La vida transcurría al hilo de los negocios y acontecimientos familiares. Fallecieron los hermanos pequeños Ángel y Matías, y se casaron Concepción, Nicasia y Aniceto. Con el tiempo Doña Justa, formalizó una relación con Francisco del Río y Martínez, natural de El Horcajo-Logroño, comerciante de tejidos, primero en Granada inicialmente y en Valparaíso-Chile después.
El 29 de mayo de 1887 Doña Justa y Don Francisco se casan en la iglesia colegial de Santa María de la Redonda de Logroño, parroquia de la novia, y trasladan su residencia a Madrid, muy cerca de su hermana Nicasia. Doña Justa se quedó embarazada de su primer hijo en 1888, aunque, por desgracia, el embarazo no llegó a término. El 25 de febrero de 1890 nació su segundo hijo, Antonio Cesáreo Dionisio Nicasio, y bautizado en la iglesia de San Jerónimo el Real de la capital.
Ese mismo verano de 1890, con el bebé contaba de escasos meses, el marido de doña Justa le anuncia que vuelve a Chile a atender los negocios en contra del consejo y la insistencia de su esposa, familiares y amigos. Había durado la convivencia matrimonial apenas 3 años y Justa se consideró a partir de ese momento viuda. A los pocos días de la partida, su querido hijo Antonio fallece víctima de una bronquitis, cuando apenas 5 meses de edad. Estos hechos forzaron el declive de una vida de luces que se llenaron de sombras.
Mientras la vida continuaba en la capital, Doña Justa se aisló, se volvió más humilde y austera, sin disfrute ni alegría, contando con diferentes compañías de amigas. En 1901 fallece su marido en Chile y doña Justa repudia los bienes que le pudieran corresponder por herencia bajo documento notarial. Preocupada por el destino de sus propios bienes, dicta 5 testamentos ológrafos entre los años 1903 y 1907. El último, que ya no modificará, es el que nombra “herederos absolutos de mis bienes a las viudas y pobres de solemnidad y ancianos de la ciudad de Logroño, para lo cual harán una Casa-Asilo donde puedan recogerse a dormir en cama decente y recibir buena comida en todo el tiempo que lo deseen, sobre todo en los inviernos; pudiendo tener con las viudas pobres a sus hijos. Entiéndase cuando hablo de viudas que serán las viudas pobres, siempre”. El 18 de diciembre de 1912 fallece en su piso de la capital a causa de una bronquitis aguda, a los 64 años de edad.